Porque ellos nos hacen pensar la resiliencia, la superación, el empoderamiento y la vida misma a través de sus ojos. Este mes decidimos hablar de discapacidad.
Quién es y qué hace: Martín Kremenchuzky tiene 45 años, es ingeniero en sistemas y atleta. Tiene síndrome de Usher. Actualmente es ciego y tiene problemas auditivos y de equilibrio, pero esa pérdida fue el impulso, hace 10 años, para convertirse en el triatleta con discapacidad más reconocido de Argentina, ser el protagonista de un libro publicado sobre su vida y dar conferencias motivacionales contando su historia. www.martinkremen.com.ar.
«Uso audífonos desde que tengo 5 años. Antes era disminuido visual, luego fui perdiendo más y más visión. La última etapa de esa pérdida coincidió con el nacimiento de mi hijo Toto hace 12 años, y hace unos 10 años me quedé completamente ciego. Estuve un año tirado con depresión, sin saber qué hacer. Mientras crecía mi hijo, hasta los dos años, todo era estar en casa, pero luego empezó el jardín y me daba cuenta de cómo sus amigos hacían cosas con sus padres y jugaban, y yo no podía. Eso me picó. Sentí que él me iba a necesitar, y no quería que Toto viviera preocupado por mí ni que me viera como a un pobrecito. Empecé a estar bien para que él me viera bien y no porque yo quisiera estar bien. Un amigo mío me dijo que saliéramos a correr. Nunca antes había corrido, me parecía patético, pero con tal de no quedarme en casa, acepté. La primera vez corrimos dos kilómetros. Terminé fundido. Después, mi amigo me llevó a su grupo de running. Encontré en el deporte la mejor terapia para salir adelante: hice sociales, comencé a sentirme mejor físicamente, me subió la autoestima. Hace unos 7 años me separé y un año después me puse de nuevo en pareja.
Ya como runner, me empecé a anotar en maratones. Como éramos muy pocas las personas con discapacidad, casi siempre hacía podio, pero no porque fuera un gran corredor, sino por escasez. Entonces, en cada carrera me entregaban una copa y Toto, que en aquella epoca tenía 4 años, se enloquecía. Las ponía en una vitrina y sabía todo de cada carerra. Sin embargo, yo lo hacía con un gran vacío interior: era para demostrar que «yo podía» y no que «yo quería». Hasta que en un momento me di cuenta de que con mi ejemplo podía ayudar a otros y ahí se empezó a llenar mi vacío interior. Ese fue mi segundo despegue. Empecé a incentivar a personas con disminución visual a correr y con un amigo armé un grupo de guías voluntarios para su disposición. Tambien empecé a correr acompañado por personas con otras discapacidades para difundir: hice una carrera conduciendo la silla de ruedas de un atleta asistido con parálisis cerebral, otra carrera guiado por un chico con síndrome de Down, hice un duatlón con una persona con una pierna amputada. Me propuse metas que nadie había alcanzado en Argentina. Todo parece imposible hasta que otro lo hace. Entre esas cosas, hice 3 IronMan, 12 competencias Half IronMan, y siempre hice podio. Participé de las carreras de trail más importantes del país y logré que los discapacitados visuales pudieran participar en las diferentes carreras de aventura. Hoy ya estoy por llegar a mi competencia número 300. En 2014 empecé a dar conferencias motivacionales contando mi historia. Me gustó, encontré una forma de desahogarme, de expresarme, y se empezó a convertir en un trabajo. Toto me acompaña y le encanta. Para él fui siempre ciego, le resulta natural y se relaciona conmigo de una manera muy sana: me ayuda, me acompaña, es mi cómplice. Ya tiene 12 años y lo único que espero es seguir siendo felices. Deportivamente, siempre me surgen nuevas metas y eso es gracias a que construí una red de familia, amigos, pareja e hijo que me ayudan. Lo que logré es porque me armé de cómplices para todo: solo estoy bastante limitado, pero en equipo no me para nadie. Esa es mi filosofía de vida y lo que busco trasmitir».