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A Martín Kremenchuzky nada lo detiene: corrió el maratón de Nueva York

Nota en LA NACION

8 de Nov. 2016

Padece síndrome de Usher y perdió la visión hace seis años; hace un año completó el Iron Man de Florianópolis; ahora, corrió los 42,195km de la Gran Manzana en 3h59m

«El síndrome de Usher es una enfermedad poco frecuente. Prácticamente una rareza de origen genético que provoca hipoacusia, falta de equilibrio y pérdida progresiva de la visión. »

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A Martín Kremenchuzky lo inspiran los desafíos y no hay nada que lo estimule más que vencerlos. Para muchos tener síndrome de Usher, una enfermedad que le provoca hipoacusia, falta de equilibrio y pérdida progresiva de la visión, significaría bajar los brazos y dejarse vencer por el destino. Martín hizo todo lo contrario. Lo usó como estímulo y desde ese día no para de superarse. «Comencé a ir un gimnasio y un día mi profesor me dijo de salir a correr. Como lo que me sobraba era tiempo decidí probar. El running y todas las puertas que se abrieron me permitieron darme cuenta de que había otro mundo, que podía realizar una actividad y que a pesar de mi discapacidad yo también podía correr y lograr objetivos. Me ayudó a conocer mucha gente y, sobre todo, a socializar», dice. Ese fue apenas el comienzo porque Martín no sólo se conformó con correr sino que empezó a desafiar sus propios límites. No se conformó con correr y subirse a todos los podios de las carreras en las participó. También se planteó correr un Iron Man y se transformó en el primer argentino no vidente que compitió en esta prueba; en la cual no solo ganó su categoría sino que logró coronarse en la general de todas las discapacidades con un tiempo de 12h2m07s para nadar 3800 metros, pedalear 180 km y correr 42k en Florianópolis.

El maratón de Nueva York es la carrera más popular del mundo y uno de los seis Majors junto con Londres, Berlín, Chicago, Tokio y Boston. Martín no quería correr solamente para sacarse las ganas sino que aspiraba a subirse al podio en la carrera que pasa por los cincos distritos Staten Island, Brooklyn, Queens, Bronx y Manhattan. Comenzó su preparación pensando en una hazaña y casi se queda sin poder participar.

-¿Soñabas con correr Nueva York y casi te quedás sin viajar?

-La verdad que pensé muchas veces en bajarme de la carrera, el 25 de septiembre, comenzaron unas molestias en el tendón de Aquiles que poco a poco se fue incrementando al punto que estuve 2 días sin poder caminar. Yo creía que en 3 o 4 días me recuperaba, pero pasaban las semanas no evolucionaba nada. Lo único que podía hacer era nadar y trabajos en el power plate para fortalecer el tobillo. Cuando me sentí un poco mejor, intente trotar pero a los 25 minutos comencé a sentir molestias, que se transformarían en dolores nuevamente. Cuando faltaban dos semanas para la competencia y todavía no podía trotar me recomendaron un doctor, quien me hizo la aplicación de la plaqueta centrifuga con mi propia sangre y me dijo que iba a poder correr. Pasé tres días con muchísimo dolor y recién a la semana pude trotar algo. No tenía que ser muy lúcido para darme cuenta que solo me quedaban 4 días para volver a trotar en los cuales hice unos 10k muy lentos y nada mas. Sinceramente tenía muchas dudas si iba a poder llegar.

-¿Corriste con tus habituales guías?

-Yo cuando hago las cosas lo hago a lo grande (y se ríe a carcajadas). Corrí con tres guías: un canadiense, un español y un argentino. Michael, el canadiense de 26 años, que se vino de Toronto solo para la ocasión. No hablaba una palabra de español. César, un madrileño de 30 años, que desde hace tres años por cuestiones laborales vive en New York. Los dos habían sido convocados para guiar a un ciego que venía a buscar podio, por lo cual tuve que contarle el problema de lesión que había tenido para que sepan que no sabía si iba a poder completar el recorrido. Los dos aparentemente no se hicieron demasiado problema, o por lo menos no me lo hicieron notar.

-Con todos los problemas que tuviste en la preparación, ¿tu objetivo era completar el recorrido?

-Antes de comenzar la carrera cuando nos juntamos en el bus provisto por la organización con mi guía Hernán, Michael y César nos planteamos tres objetivos: el primero y principal, llegar. El segundo, lograrlo sin caminar en ningún momento y el tercero tratar de bajar las 4 horas que era un objetivo ambicioso considerando mi estado actual. Pero cuando íbamos al puente de largada me di cuenta de que me importaba un comino la lesión y falta de entrenamiento. Tenía la adrenalina a full y una confianza enorme en que iba completar la carrera. Sabía que iba a lograrlo.

-¿Cómo viviste la carrera?

-La verdad es que el griterío de toda la gente era infernal. No lograba escuchar nada de lo que me decían los guías, pero por suerte con Hernán ya llevamos muchas batallas juntos, con lo cual sin necesidad de escucharlo entiendo sus movimientos. Al principio sentía que íbamos lento, aceleraba un poco el paso, pero Hernán me frenaba, consciente de que no me convenía ir rápido… El aliento de la gente era increíble, yo estoy un poco más acostumbrado a eso, porque siempre a las personas con discapacidad nos alientan mucho, pero César el español no lo podía creer. Todos me hablaban de los puentes de Nueva York, pero yo tengo una ventaja, como no veo nada, no me hacía demasiado problema, para mi daba igual (nuevamente se ríe a carcajadas). Recién en el kilómetro 30 por primera vez le pregunte el tiempo que llevábamos. Y cuando me lo dijeron, resulta que estábamos mucho más rápido de lo planificado. Sabía que yendo incluso un poco más lento, me aseguraba hacer el tiempo que quería, y dando la razón al profe, decidí disminuir la velocidad especulando cumplir la marca antes que acelerar y vaya uno a saber si llegaba a tener una sorpresita desagradable. La verdad que llegué a la meta disfrutando mucho y sintiéndome muy entero. Fueron 3h59m por lo cual nos dimos un gran abrazo entre todos ni bien cruzamos la llegada. Fue muy especial para todos. La verdad haber sentido en algún momento que me podía quedar afuera de la carrera, hizo que la emoción sea mayor. Después de abrazarnos, no se si me relajé o no habré tan llegado tan entero como creía me empecé a marear a temblar de frio a tal punto que me costaba caminar. Por suerte apareció mi hijo Toto, que también me estuvo acompañando y eso hizo que me olvidara de todo. No iba a permitir que viera a un padre abatido. Mi orgullo me hizo levantarme y recibir el abrazo más lindo de todos.

La carrera que todos quieren correr, es un desafío más que Marín Kremenchuzky superó. Hace siete años cuando a raíz del síndrome de Usher Martín perdió definitivamente la visión, ni siquiera practicaba deportes. A partir de ese momento integró el seleccionado argentino de remo. Tomó clases de saxo, tango y rock. Cursos de oratoria y narración. Se convirtió en triatleta y el primer argentino no vidente en ganar un Iron Man. Su vida dejó de tener límites. Y ahora se prepara para una nueva aventura…

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